lunes, 14 de noviembre de 2011

A mis abuelas.

Ayer escuché varias veces en la radio que era el día de la abuela.

Y entonces las pensé un montón de veces durante el día. Lala y Conce fueron dos presencias muy fuertes en mi niñez, y en toda mi vida. Hoy las extraño mucho, mucho. Me quedaron muchísimos abrazos por darles, preguntas por hacer, besotes cargosos para mimosearlas, oreja para escuchar las historias que solían repetir, me faltó conocerlas más, cómo pensaban y cómo sentían como mujeres, qué amaban, qué añoraban, si habían sido felices...me da una enorme penita, pero enormeeeeeee, no tenerlas acá conmigo.

Lala fue la mamá de mi mamá. Una abuela bastante mayor cuando yo era chiquita, sin embargo vigorosa, coqueta, super andariega, viajera, divertida , enojona y muy independiente. Vivió con nosotros desde siempre.Junto con mi madre, nos crió.De ella aprendí el gusto por viajar, por ser independiente, por disfrutar de la vida y por ponerle el cuerpo a lo doloroso. Mujer de principios del siglo pasado ( 1905) tuvo que enterrar a una de sus bebés porque antes de dar a luz, le descubrieron un tumor maligno en el pecho. Con 41 años, la operaron y le arrebataron salvajemente un pecho y también a su bebé que nació muerta, pero le salvaron la vida. Con ese dolor inmenso salió adelante y vivió, y supo disfrutar de la vida.

Yo compartí mi habitación con ella, hasta que nos dejó. La desaproveché. No recuerdo haber tenido charlas fuertes con ella. La quería, pero no era la abuela que te malcriaba, ella nos criaba, nos retaba, nos rezongaba....La relación que mi mamá tenía con ella era algo difícil y  quizás eso nos alejó.Cuando estaba por llegar a los 90, se perdió en los caminos de la memoria y se volvió una mamá Cora, pequeña, indefensa, que ahora me duele recordar con una sonrisa. Cuando nos dejó, yo ya tenía 24 años.

Conce, fue la mamá de mi viejo, era mi abuelita más querida. Vivía en San Antonio de Areco, un pueblo de Buenos Aires, al que íbamos cada fin de semana mientras ella vivió. Ya después, a mi me dolía muchísimo ir y comprobar que ella ya no estaba. Así que- al menos yo- empecé a ir más espaciadamente, aunque allí estaban mi abuelo, mi único tío y mi único primo hermano. La disfruté hasta que su alma se fue, el día exacto en que yo cumplía los 12. Fue un manotazo desgarrador saber que ya no volvería a verla. Fue mi primer dolor inconmensurable.Lo pasé muy mal.Yo la amaba con candor e inocencia. era su preferida y me lo hacía saber todo el tiempo.

Conce era en sí misma un parque de diversiones para mí. No había lujos en esa casa frente a la plaza principal del pueblo, pero sí muchísimos gestos para malcriarme. Cuando nosotros llegábamos, mi papá y yo nos quedábamos a dormir en la casa de los abuelos, mientras que mi mamá, mi hermano Ariel y mi abuela Lala, dormían en casa de unas tías y primas, familiares de la rama materna, es que en nuestra familia las historias de amor se dieron cruzadas.

Mi abuela Lala era una joven soltera de Areco, que una tarde conoció a una solterón porteño que visitaba a unos amigos en el pueblo. Vivieron su historia de amor y se vinieron a vivir a Capital. Aquí nació mi madre, su única hija, quien con los años, empezó a viajar a Areco a visitar a sus tías y primas y una tarde de dar la vuelta al perro por la plaza, conoció a mi papá, nacido allí. Se pusieron de novios, mi papá viajaba a Capital a visitarla, hasta que se casaron y también armaron su historia de vida, aquí , lejos del pueblo.

Para mí, entonces era doble, la fiesta. Lo tenía a mi papá solo para mí, a mi abuela Conce ( o la Ñata, como muchos la llamaban) que mandaba a mi abuelo Roque a dormir a la habitación de los varones.
Nosotras dos, entonces compartíamos la habitación y yo me sentía una reina. En ese cuarto enorme que tenía una linda ventana que daba a un jardín con flores y una huerta, donde mi abuela tenía la albahaca más aromática que jamás volví a percibir, se tejían las historias más increíbles.
 La abuela me traía el desayuno a la cama ( un vaso con leche con neskuik y galletitas con paté o pan con manteca), me cepillaba mi abundante cabello lacio con un cepillo grandote de color rosa y a la tarde- cuando yo no la dejaba dormir la siesta- me invitaba a tomar helado de crema americana y crema del cielo ( los gustos seguro que los pedía ella).
Para comer me hacía, por pedido mío, unas papas freídas en grasa- deliciosas- con huevo fritos de campo. Mi abuelo, que era muy serio y muy parco, quedaba bastante afuera de esta relación de amor total entre mi abuela y yo, pero lo hacía con amor. Ella me festejaba todas mis diabluras, yo le sacaba los vestidos con los que me disfrazaba frente a su ropero, para mirarme en el espejo biselado de ese mueble tan vintage, me ayudaba a "robarle" los sobres y papel membretados, con los que mi abuelo mantenía correspondencia. Él los guardaba, junto con otros papeles y documentos en un mueble "secretaire" que era una verdadera locura. Cómo me gustaría hoy  recuperar ese mueble tan bello: lleno de cajoncitos de distintos tamaños, escondites secretos...Conce, lograba burlar la seguridad que el abuelo perpetraba sobre ese mueble, ella era mi gran cómplice.

Abuelas...qué rol maravilloso! Las quiero tanto , las extraño más y ojalita, muy ojalita algún día las vuelva a abrazar.De izquierda a derecha: las abuelas Lala y Conce. La tercera es Haydée y merece un post aparte.

10 comentarios:

  1. Aaaaaaaaaaaay cuánta ternura
    esa foto
    el helado patrio
    el cepillo rosa
    todos esos recuerdos!
    lo que daría porque mi abuela eugenia se hubiera quedado un poco más.
    un beso enorme.
    c.

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  2. Gracias Ceci!!!Qué. Bueno que las hayamos disfrutado, no? Besotes!

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  3. Qué bonitos recuerdos! Me alegro que hayas tenedo esas abuelas,
    Besos!

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  4. qué ternura tu contar!!!!!!!!!!!mucho amor en tus palabras!!es lindo tener tan a flor del corazon a nuestras abuelas !!!! te mando un beso enooorme y muchos cariños!!!!!!!!!!!

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  5. Que recuerdos!! que lindo sería tenerlas con nosotros...beso enorme! Dani

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  6. Chiiii! En mi caso muy pero muy poquito. A uno no lo conocí, a otro apenas, con la otra tenía mu ypoca onda, y con la otra.. bueno, antes de que se fuera atesoré lo suficiente como para extrañarla al menos una vez por mes hace ya 20 años =) Besotes, me encantó el post =)

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  7. Ceci,Ayes, Fer, Ale y Dani, gracias por las palabras tan afectuosas y por su tiempo.Les mentira si dijera que nos las espero por el blog a diario. Al principio escribía y posteaba solo para mi, pero poco a poco fui descubriendo otro universo de idas y vueltas que me resulta muy nutritivo. Las leo y con sus retribuiciones y mis comentarios me voy sintiendo parte de este otro mundo bloggero que me abrió a un nueva dimensión de la comunicación. muchas gracias de nuevo. besotes!

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  8. Me hiciste llorar. Yo tengo una sola abuela y me identifiqué mucho con tus historias. Ella se llama Ñata y tiene 83 años. Pero tiene más vitalidad que el resto de los integrantes de la familia unidos. Siempre vivió con nosotros y eso hace que no te lleves bien la mayoría del tiempo. De chica, también compartí habitación con ella y la quería matar, jajaja. Tampoco se lleva bien con mi mamá (su hija), como te decía, muchas coincidencias. Justamente el otro día pensaba que soy muy afortunada en tenerla conmigo y que realmente la voy a extrañar cuando ya no esté. Ella siempre está, en cada momento difícil. Tienen muchas historias para contar. Le encanta prepararme la merienda, el desayuno y las comidas cuando voy de visita a mi casa aunque yo ya tenga casi 25 años. Regalarte pavaditas. Visitarme en mi nueva casa aunque sea en otra ciudad. Viajar por todo el país a visitar familiares. Gracias por el post! Es hermoso!

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  9. Hola Min Smith! Gracias por pasarte por acá y compartir conmigo a tu Ñata y sí, creeme que sos muy afortunada de tenerla. Que se disfruten mucho, mucho, mucho!!!!! Besos!!!!

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